Más allá del cansancio o la tristeza, hay ternura de ti perenne en la lejanía que este olvido torpe no acierta a deshacer. No sé qué se quedó de mí varado en aquellas horas, como una barca pobre, moribunda entre los juncos, lamida incesantemente por la lengua de un río extraviado a las afueras del amor. Aún mi mundo desahuciado pervive, como un desorden cualquiera, en las noches en que algunas lágrimas sonámbulas buscan humedecerme en tus labios. Aún vuelves a esta isla desolada como si fueras la certeza del mar que la construye, con mi alma a la intemperie, esperándote para siempre, mi amado naufragio.
domingo, octubre 21, 2018
“la
belleza es verdad solo si duele” Manuel Salinas
Sarcófago:
Del
lat. sarcophăgum,
y este del gr. σαρκοφάγος sarkophágos;
propiamente 'que come carne'.
Este muro espeso me cerca dejando hambrienta,
tirada, pordiosera, toda la luz.
Algún baldío brillar al otro lado,
en el más allá de los recuerdos.
Mi silencio se encarna como un anillo delgado
que se ajusta a la noche como si nada;
desposa mi voz y la lleva
a esas estrellas que arden
como si aún existieran.
Y yo allí, diciéndote, a ver si así existieras.
Hago de ese decirte - de esa palabra - significado,
una diminuta verdad en el centro de un océano,
como una ballena jorobada saliendo a la superficie,
creando belleza con tan solo respirar.
Me enfundo tu nombre, tu nombre, tu nombre
en los brazos, tu nombre en las piernas, en los ojos,
tu nombre en la memoria de los dedos.
Me enfundo tu nombre: verdad sin palabras, sarcófago y nada.
En geometría poética la soledad es la distancia más corta entre recordar a alguien y acatar su ausencia.
Daniel Izquierdo Clavero
Ya lo sabes; soy incapaz de escribir sin que cada palabra me
pellizque las vísceras.
Mi lenguaje tiene un corazón arrítmico, ya lo sé, pero moriría sin tenerlo. Y late más allá del músculo claustrofóbico de la memoria.
Ahora, hincha bien el pecho, inhala mi silencio, deja que
reafirme en ti sus espinas.
Cuando espires, tu aliento sangrará como la piel de mis
versos.
No lamentes no haber dicho a tiempo, te aseguro que tu
palabra nunca fue capaz de penetrarme ningún paisaje. En el mío, los árboles
han depuesto todas las hojas que, en vano, habían invertido contra el invierno.
Pero yo he trazado un camino de piedras a las que les han crecido brazos. Ya no quiero negarme a abrazarlo.
De entre mis restos calcinados aún se puede recuperar la
caja negra de los registros vitales de mi alma. Aunque, con seguridad, saberlo
no va a servirte, no va a salvarnos; del mismo modo que saber que moriremos un
día no afecta para nada a su irrefutable verdad futura.
¿El adiós?, el adiós se pronuncia solo, con el inexorable
lenguaje de los muertos.