A veces,
la palabra solo es un fracaso. Pero,
a veces,
es sílex donde percute su disparo
la agonía del silencio.
Sí, palabras como látigos,
despellejando vacíos,
escarnio a la mediocridad,
palabras con consecuencias.
Palabras que me detienen
en los incendios que me provoco,
porque quiero mi luz ahí,
donde el tiempo está vivo todavía.
Arder, solo arder en mí
y dar al humo lo que es del humo.
Sé dónde están mis grietas,
pero mis palabras son el kintsugi
que me restañan la posibilidad.
No quiero encontrar una cura
para el vértigo.
Quiero sentir el delicado hilo de la vida
en mi palabra-precipicio,
a punto, siempre, de dar hacia tus brazos
un paso al frente.
Y, después, morir de ese instante,
de esa pasión a bocajarro.
Del vacío a la palabra asentada sobre el sílex de un recuerdo que aún nos sostiene en lo vivido. Gracias por seguir. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarMucho más fuerte el mío. Gracias también por seguir(me).
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