hay ternura de ti perenne en la lejanía
que este olvido torpe
no acierta a deshacer.
No sé qué se quedó de mí
varado en aquellas horas,
como una barca pobre,
moribunda entre los juncos,
lamida incesantemente por la lengua
de un río extraviado a las afueras del amor.
Aún mi mundo desahuciado pervive,
como un desorden cualquiera,
en las noches en que algunas lágrimas
sonámbulas
buscan humedecerme en tus labios.
Aún vuelves a esta isla desolada
como si fueras la certeza del mar
que la construye,
con mi alma a la intemperie,
esperándote para siempre,
mi amado naufragio.