La espera, como esta lluvia, se ha vuelto indistinguible, agua sobre agua.
La caricia ha mordido la mano que la alimenta.
El deseo muda la piel y me abandona junto a mi grito de lienzo en blanco.
Ahora la noche, inservible, viene a morir a mis pies.
Todo me da por olvidada.
Pero sigo estando hecha de lo que he vivido, porque aún palpito bajo estas palabras con este latir ganado a pulso, el que le echo al silencio con el disciplinado músculo de mi memoria.
No me encuentro en los espejos. Apenas me especulan un alma hecha de trazos gesticulados. Además, carecen de memoria, cuando no estoy me olvidan. Cuando estoy perdida, nunca me descubren.
Me descubre la noche por el rastro vívido que en la soledad dejan mis recuerdos.
Si tuve un día de desierto, se me extravía el agua de los besos, mi arena delinea el laberinto donde tu sed siempre me encuentra.
Estoy bajo la sien de la esperanza esperando ese disparo, el haz que me tatúa en la palabra que me habita.
Y no me importa que su rayo desconocido me descubra: sí, aquí dentro llevo piedras ahogándose en su propia gravedad, y que, sin esas palabras que me graban, no logro (l)evitarlas.
Sé que al contraluz de mi venas puede leerse cómo me debo a mis cenizas.
Y que nunca llego al final de un poema sin que se me haya revelado el alma.
Puppet Show ( Parte 3, inconclusa). Filipp Logvinenko.