No, no estoy en silencio.
Vivo en el estruendo constante
de mi memoria:
dentro me gritan besos,
vuelan por mi sangre
eufóricos como vencejos al atardecer,
mientras la noche
va cerrándome las venas a portazos.
Ahora sólo estoy probando
con qué jodida luz de mis palabras
puedo rasgar esta negrura.
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