Insolencia
La incertidumbre ha dejado de moverse.
Cuando ya lo ha invadido todo,
para y me mira de frente.
Son sus ojos un escalpelo de doble filo:
el lado amargo hacia la espera,
la soledad hacia el oscuro.
Se deja estar indolente,
hiriendo ávida en la memoria
pero lenta como el olvido.
Insolente,
no se conmueve de mi intemperie,
ni de cuando me gangrena la noche
me rinde cuentas.
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