Me traje tus dedos pequeños
con olor de tierra,
tu voz de cobre andino,
tus brazos de pámpano tierno.
Te refresco en mis ojos
con tu llanto de ruinas.
Soy lo que hiciste de mí
cuando elegiste mi pecho.
En mi afán
nunca serás pasado.
Aunque dios te olvide.
¿Y cómo es que nadie señala lo preciosa que es?
ResponderEliminarBesos, tantos besos