Cuando me peino trenzas,
vuelvo a tu falda de retales de hambre,
de treguas de paz y panes,
cuando el sol de la tarde era largo
y la noche no llegaba nunca
porque tú la empujabas.
Regreso desde mis cabellos
a tu corazón asomado
a la bahía imposible de tu sueño,
llena de barcos que huían
y herían con sus velas el cielo.
Me aferro a mis trenzas
de treparte
hasta donde te alcanzó la noche,
para seguir huyendo contigo
al compás de las mareas,
aunque ya no nos persiga nadie.
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