jueves, febrero 23, 2006

Poseída

Tengo una muchacha
apostada en las entrañas
que me interrumpe la muerte
como si no hubiera vivido.

Lleva trenzas de trigo
y luces en la nuca
con las que enciende mi frente
cuando soy toda de espaldas.

Tiene dardos como olas
de un mar
que dispara sobre mis pasos
cuando sólo soy arena.

Fabrica humo sonoro
como si nada hubiera ardido
en la devastación de mi boca.

Tengo una muchacha
de ojos limpios
en el centro de la médula,
que no olvida nada porque jamás recuerda.

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