He amanecido con un haz lunar
moribundo sobre mi cama,
desangrándose.
Está manchando con su luz
prestada
las sombras que el alba
refugia bajo las sábanas,
las delata.
Hay marcas de zarpazos
salpicados,
como contra el aire,
como de animal ciego.
Todavía frescos,
gotea desde ellos
el espeso gris con el que la noche brilla.
No voy a culparme
de que mi ventana
ignore el día,
aunque esté sucia de luna
y tenga soledad bajo las uñas.
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