Es momento para deshacer las vísceras,
escupir el dolor y regresar al zumbido plano
de la inercia.
Hace un oscuro perfecto para una plegaria mascullada,
enmoheciéndose detrás de los labios.
Hay nubes que rugen ya, debe ser la hora.
Conjuro a modo de epitafio.
Apuesto lo que queda del día
a la provisionalidad de la noche.
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