Ahora que nadie la mira,
que no hay testigos
ni identificación que la señale,
esa mujer indefinida,
sin contornos que resistan descripción,
sin presencia perdurable,
es etérea como un sonido apenas dicho,
y evadida de un regreso imperdonable.
No la nombres,
no entiende el idioma de los hombres.
Deja que fluya hasta caerse.
Sólo soy yo
huyendo de mí a toda prisa.
No tienes que agradecerme, Zidia, elijo dónde quiero estar.
ResponderEliminarMuchos más besos.
En esta pretenciosa huída, dejo mi piel de Penélope, que yace ya moribunda. Espero que, como a las serpientes, puede regenerárseme el vestido.
ResponderEliminarBeso grande Just
Pues bienvenida sea esa quietud, para ti y para mi, porque, cosas de la vida, tú también me la transmite, y hoy (cómo no), también la necesito.
ResponderEliminarMe dejo acunar y te beso con sosiego.